KIERAN:
No pude impedir que el rugido furioso que soltó mi lobo al escuchar la pregunta que había salido de nuestra Luna sobre la paternidad de nuestros cachorros retumbara en todo el yate. Era un grito de guerra, de querer sangre ante la ofensa. Mis cachorros se despertaron y nos miraron asustados, corriendo a subirse encima de Claris. Salí de la habitación caminando por la proa como lo que era: un lobo herido en su honor, y lo peor era que no podíamos cobrar la ofensa. Ese lobo había osado tocar a nuestra Luna, la había confundido, y ahora pagaría un precio en cuanto regresáramos.
La brisa del mar golpeaba mi rostro, intentando calmar la ira que me abrasaba, pero era inútil. Atka no dejaba de gruñir en mi cabeza, deseando salir, deseando desgarrar la carne de Vikra por haber mancillado lo sagrado que es nuestra unión con Claris. —Lo pagará. Juro que lo ha