KIERAN:
Miraba a Claris sentada a mi lado en el asiento del copiloto. Desde la noche anterior, decidí que conduciría yo mismo; era una necesidad primitiva de control. No podía confiar esta tarea a nadie más. Conduje en silencio por la ruta que serpenteaba hacia la reserva dentro de la ciudad. Era mi territorio, una extensa área de bosque virgen que había adquirido mucho antes de que la urbe se expandiera tanto.
El complejo consistía en varias casas estratégicamente distribuidas, con mi residencia principal dominando el centro. Sabía que no era la mejor decisión instalar a las tres hermanas dentro de mi territorio, pero había logrado establecer una zona neutral donde los humanos podían habitar sin perturbar a la manada.Al detener el auto, Claris despertó, parpadeando con confusión mientras observaba el entorno desconocido. —¿Dónde estamos