Villa Leone — Amanecer nublado.
El cielo estaba cubierto, como si incluso el sol temiera asomarse.
En la villa, el silencio era espeso.
Greco no había dormido.
Llevaba horas revisando las cámaras nuevas, los registros de acceso y los movimientos del personal.
En el monitor, un detalle lo hizo fruncir el ceño:
una de las niñeras —Inessa— aparecía saliendo del ala norte a las 3:17 a.m.
Pero no regresaba por la misma puerta.
Minutos después, una sombra se movía en el jardín…
exactamente en el punto donde Arianna juró haber visto al hombre de la máscara.
Greco se enderezó en la silla, su respiración se volvió más lenta.
—Dante… —llamó, sin apartar la vista—.
Tráemela. Ahora.
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📍 Cocina de servicio — minutos después.
Dante entró con Inessa escoltada.
La mujer temblaba, con el delantal arrugado entre las manos.
Greco la observó en silencio, con esa calma que asustaba más que cualquier grito.
—Anoche saliste al jardín —dijo él—.
—Yo… solo fui por… por agua, señor.
—¿A las tres de la madru