Florencia – Jardín interior de la villa Leone – Amanecer.
El sol apenas empezaba a calentar las baldosas del pequeño jardín, y entre las bugambilias y jazmines, Arianna se sentó en silencio con una taza de té en las manos. Su mirada estaba perdida en el horizonte, aunque en realidad no miraba nada. Solo pensaba. Sentía una presión en el pecho que no sabía si era miedo, tristeza… o ambas.
Nonna Vittoria apareció sin hacer ruido, como acostumbraba. Llevaba un chal sobre los hombros y una mirada afilada, de esas que no necesitan palabras para saberlo todo.
—¿Puedo sentarme contigo, tesoro? —preguntó suavemente.
Arianna asintió, haciendo espacio en la banca. Nonna se acomodó a su lado, cruzando las manos sobre su regazo.
—Sé lo que están haciendo —dijo sin rodeos—. El plan. Las mentiras. La estrategia para confundir a los enemigos. Sé más de lo que aparento, aunque a veces me dejen fuera como si fuera una reliquia.
Arianna bajó la mirada, avergonzada.
—No queríamos involucrarte. Es peligr