Capítulo 38 – La carta.
POV Martina.
Sostener a mis hijos en brazos era como abrazar todo el universo. No existía dolor, ni miedo, ni pasado que pudiera competir con el milagro de tenerlos sobre mi pecho, respirando con esa delicadeza que solo tienen los recién nacidos. Cada uno de sus movimientos era un recordatorio de que la vida me había concedido una segunda oportunidad. Su calor me devolvía la fe, y el sonido de sus pequeños suspiros era suficiente para curar todas las cicatrices que me dejó el miedo.
Santiago y yo vivíamos en un pequeño mundo suspendido entre el amor y la fragilidad. Él se había convertido en un padre entregado, de esos que apenas duermen, que cambian pañales con torpeza, pero con ternura, que cargan a sus hijos sobre el pecho hasta quedarse dormidos junto a ellos.
Yo lo observaba a veces en silencio, y no podía evitar pensar que nunca había estado tan cerca de la paz.
Mi recuperación era lenta. Las noches seguían siendo una mezcla de fiebre, leche, llantos y lágrimas de felicidad. Per