C47: La verdadera intención detrás de su conducta.
Azucena empezó a sollozar, pero no precisamente por el dolor que recorría su brazo; lo que realmente la consumía era la situación en la que se encontraba. Su desesperación crecía con cada segundo que pasaba porque sabía que, si no intervenía de inmediato, alguien inocente sufriría torturas por su culpa.
La idea le oprimía el pecho de tal manera que sentía que no podría soportarlo, que no podría seguir viviendo con la culpa de permitir que Beatriz pagara por simplemente haber querido ayudarla.
—¡Por favor, mi señor! ¡Tenga piedad, se lo imploro! —las palabras se le escapaban entre lágrimas y cada sílaba estaba cargada de angustia.
Askeladd, que se había detenido por el crujido que resonó en el brazo de Azucena, bajó momentáneamente la tensión de su agarre. No la liberó, simplemente dejó de arrastrarla, como si aquel ruido hubiera despertado un atisbo de cautela en su furia desbordada.
Minutos después, sus ojos se fijaron en sus guardias, el lobo y el elfo, que todavía sostenían a Beatr