C18: Quiero que me enseñes lo que eres capaz de hacer.
Al amanecer, las puertas de la habitación se abrieron de par en par, sin un solo toque, sin anuncio alguno, sin una palabra previa. Askeladd cruzó el umbral adentrándose en el lugar donde había dejado a Azucena el día anterior. Por un instante, creyó que la encontraría aún tendida en la cama. Pero no fue así.
Ella estaba de pie, frente a la ventana, observando el horizonte con una expresión ausente. Al notar su presencia, giró la cabeza con rapidez, denotando la palidez extrema de su rostro y la marcada sombra bajo sus ojos que delataban que no había descansado.
Después de las palabras de Elenya, el sueño la había abandonado. Tal vez cerró los párpados durante un par de horas, pero una pesadilla la arrancó bruscamente de ese breve refugio. Y, en lo más profundo de su mente, un pensamiento incómodo se abrió paso: el día en que Milord arrasó su aldea y exterminó a su manada, también había soñado con algo terrible.
Se preguntó si aquella vez su sueño no había sido más que una advertencia