C19: Un error que no debería existir.
Azucena lo observó con sorpresa y confusión al mismo tiempo. Cuando caminaba hasta allí, se imaginó todos los escenarios más catastróficos posibles, pero en ningún momento fue capaz de imaginar que Askeladd la llevaría precisamente a esa sección, que resultó ser la de enfermería, para poner a prueba su don.
El silencio y su inmovilidad fueron suficientes para que Askeladd arquease una ceja con impaciencia.
—¿Qué esperas? —inquirió—. ¿Te quedarás ahí parada o harás lo que te ordené?
Fue entonces cuando, como despertando de un letargo, Azucena dio un respingo.
—Sí, lo siento, Rey Alfa.
Sin perder más tiempo, se acercó a uno de los cachorros que cojeaba por un arañazo profundo en la pata. Su mano se elevó lentamente, y al posarla sobre la herida, un suave resplandor empezó a emanar desde sus dedos, como si un hilo de luz tibia y dorada comenzara a fluir hacia la piel lastimada.
El maná, esa energía vital que circulaba en su interior, parecía bailar al ritmo de sus pensamientos. No había