C153: No llores...
Azucena emergió lentamente de la inconsciencia, como quien se arrastra desde el fondo de un sueño oscuro y pesado. Sus párpados parecían cadenas oxidadas que se negaban a levantarse, y cada intento de abrir los ojos le exigía un esfuerzo sobrehumano. La hierba que le habían hecho oler aún la mantenía aturdida, enturbiándole los pensamientos, como si su cuerpo le perteneciera menos que nunca.
No obstante, lo primero que notó no fue la luz, ni siquiera las sombras de la estancia, sino la cama en la que reposaba: blanda, mullida, demasiado cómoda. Ese detalle, tan absurdo en medio de su confusión, despertó en ella un destello de ilusión. Durante un segundo, creyó que había despertado en los aposentos de Askeladd, junto a él, a salvo en el lugar que aún asociaba con su única certeza.
Con dificultad levantó la mirada y distinguió una silueta masculina, una figura inclinada hacia ella. El corazón le dio un salto en el pecho: todo en esa postura, la cercanía, la forma en que ocupaba el espac