El Beta había expuesto con cautela su opinión, sugiriendo que lo más sensato sería que Milord aguardara un poco, que priorizara antes los problemas internos del reino y, solo después, pensara en un plan concreto para traer de vuelta a la Loba Roja. Sin embargo, la reacción de Milord fue tajante.
—No —replicó—. Las cosas no van a ser como tú dices.
Su mirada se volvió fría y altiva, impregnada de esa arrogancia tan característica de su temperamento. Era evidente que no toleraba que alguien le impusiera prudencia ni que lo intentara desviar de lo que deseaba en ese momento.
—He tratado, en más de una ocasión, de seguir algunos de tus consejos —continuó con irritación—. Tú sabes que yo no soy de escuchar a nadie, jamás lo he sido, pero te di la oportunidad de influir en mis decisiones. ¿Y qué he conseguido con eso? Nada. Escucharte no ha dado resultados, las cosas no mejoraron, al contrario, todo se agravó aún más. Si no puedes cumplir tu función, si no eres capaz de darme resultados, sa