C100: Yo decido para qué eres útil.
Aquellas palabras fueron como un balde de agua helada que recorrió la espalda de Azucena. La incomodidad se transformó en miedo, un pánico que la dejó sin aliento.
De inmediato, como un reflejo inevitable, los recuerdos de Milord la asaltaron con violencia. Las noches en que había sido forzada, los abusos, la impotencia de no poder hacer nada, el dolor físico y emocional que la habían marcado como cicatrices invisibles. Todo eso volvió a ella en una oleada cruel, y el cuerpo entero le tembló al comprender que estaba a punto de revivir aquel infierno, esta vez en manos de otro.
Con voz temblorosa, luchando por hacerse oír mientras sentía la garganta cerrarse, Azucena alcanzó a decir:
—No, señor… yo no puedo. No… no puedo.
Azhren arqueó una ceja, sorprendido por su resistencia.
—¿Te atreves otra vez a rechazarme? —le espetó—. Dime, ¿qué crees que dirá el Gran Alfa si se entera de que una esclava se ha atrevido a faltarle el respeto a un Delta?
Las palabras retumbaron en los oídos de Azu