C36: Yo no soy tu héroe, yo soy tu amo.
Askeladd se quedó callado ante esa pregunta. Sabía que, si Azucena se la hacía, era porque no lo conocía bien.
Ese título no era un rumor vacío: se lo había ganado. No fue él quien lo impuso para inspirar miedo, fue la gente la que empezó a llamarlo psicópata por sus actos, por las decisiones que tomaba sin temblar, por la ausencia de piedad hacia los traidores y los enemigos. Askeladd se regocijaba con el sufrimiento de quienes osaban enfrentarlo; era sádico en la guerra y cruel con quienes rompían su confianza. Nadie quería tenerlo de enemigo, porque significaba una condena segura, y los que intentaban huir sabían que tarde o temprano él los alcanzaría. Gobernaba con mano de hierro, frío, implacable, incapaz de mostrar calidez.
Y sin embargo, ante los ojos de Azucena, no era un psicópata. Ella había pasado tantos años bajo el tormento y las humillaciones de Milord que, en comparación, el trato de Askeladd parecía justo, incluso respetuoso. Para ella, que estaba acostumbrada a ser un