Capítulo 29. La mansión Blackstone
La mansión Blackstone se levantó imperiosa en el momento en el que Sofía descendió del auto negro con la cabeza en alto, ataviada dentro de un vestido que abrazaba sus curvas con una perfección imposible. Un tono oscuro que brillaba bajo las luces, ceñido en la cintura, con una abertura que mostraba apenas una pierna larga y firme al caminar. Sus labios, también rojos, eran una promesa muda; su mirada, un desafío. No había rastro de duda en su rostro. Caminaba como quien tiene todo el derecho de estar ahí, como quien no necesita pedir permiso para existir.
Los tacones se hundían levemente en el sendero del jardín, y cada paso resonaba en la atmósfera de la fiesta. Las cabezas comenzaron a girarse, una a una. Intriga. Admiración. Celos. Algunos la observaron con genuino interés, otros con recelo. Nadie supo exactamente quién era, pero nadie dejó de mirarla.
Y Sofía luchó contra su fuero interno por no perder el juicio frente a los que tanto le hicieron daño, y a cambio, sonrió con arrog