Capítulo 28. No estoy listo para secretos, ni para mentiras, ni para juegos
Alex respondió con una fuerza que lo traicionó. Cerró la puerta con el pie, la sostuvo por la cintura y la condujo hasta el sofá sin dejar de besarla. Eve cayó sobre él, sentada a horcajadas, mientras sus manos se buscaban, se reconocían por encima de la ropa, como si ese deseo que habían callado estuviera a punto de desbordarlos.
El tiempo se detuvo. Solo estaban ellos. El latido de sus corazones. Sus bocas, sus cuerpos, esa tensión que al fin encontraba escape.
Cuando se separaron, sus frentes se apoyaron con ternura. Respiraban agitados. Sonreían, sin hablar.
Porque a veces, no hacía falta decir nada.
Ninguno de los dos se movía, aunque ambos sabían que el siguiente gesto lo cambiaría todo. Eve y Alex se miraban, como si se leyeran el alma a través de los ojos.
— No sé qué estamos haciendo — susurró ella, con una voz temblorosa, sin moverse de su sitio sobre él. Perdida.
— Yo sí — respondió él, sin dejar de mirarla.
Con el corazón palpitando en sus costillas, Eve alzó lentamente sus