96. EL SECRETO DE LEONARD
Después de acostarme con Clío, ninguno de los dos habló. No supe cuándo el sueño me ganó. Realmente me sentía muy mal. Unos fuertes movimientos y gritos me despertaron. Era Clío, otra vez teniendo una pesadilla. La llamé, pero ella se defendía de mí, aterrada.
—Soy yo, Clío. Soy yo, despiértate, es una pesadilla— le repetía una y otra vez, hasta que la vi abrir bien los ojos y luego lanzarse a mis brazos, llorando.
Me quedé quieto, abrazándola mientras la acariciaba, tratando de que se calmara. Fue entonces que me di cuenta de que lo que le había hecho en la mañana había revivido su trauma. No podía sentirme más culpable. La dejé desahogarse en mis brazos, sin preguntarle nada, hasta que la oí comenzar a hablar.
—Sé que estás muy curioso de saber qué me atormenta, Leo. Te lo diré, pero prométeme que nunca se lo dirás a nadie. Es algo que no quisiera que nadie conociera; solo Lúa lo sabe.
—No lo contaré a nadie, pero si crees que aún no estás lista para hacerlo, no lo hagas— le dije a