CLÍO:
Cuando Leonard finalmente desvió la mirada y se giró hacia la ventana, yo pude respirar. Aunque no me atreviera a admitirlo en voz alta, sus palabras resonaban en mi mente como un tambor: una promesa que, entre líneas, era una grieta que podía agrandarse con el tiempo. Él todavía estaba buscando la forma de lidiar con lo que había escuchado de Elliot.
Leonard era reservado por naturaleza, y si bien apreciaba su firmeza al decir que no dejaríamos que esos juegos nos afectaran, también sabía que parte de los juegos radicaba precisamente en lo que permanecía oculto. —¿En qué piensas, Leonard? ¿Crees que en verdad Lyssa pudo tomar tu espermatozoide? —pregunté, temiendo realmente que esa loca lo hubiera logrado. Me acerqué a él lentamente; Leonard seguía contemplando el hor