Martín se acomodó en su asiento con una calma calculada que contrastaba con la tensión de todos nosotros. Sabíamos que, cuando adoptaba ese aire de seguridad, estaba planeando algo que podía desatar una tormenta en cualquier momento.
—Si esta persona sabe moverse entre las trampas —comenzó Martín, dirigiéndose al grupo—, entonces debemos obligarla a cometer un error. Activa todas las trampas ahora mismo. Veamos si lo que viene es tan hábil. —¡Buena idea! —exclamó David—. Venga, hermano, hazlo tú, que eres el amo de todo el sistema. David, frente a una consola con un mando en sus manos, comenzó a activar cada una de las trampas. Para nuestro asombro y el de todos los presentes, el intruso siguió avanzando, atravesando sin problemas cada una de las trampas. —¡Detente, David! —grité