Después de descubrir que las llamadas eran una trampa, seguíamos tratando de buscar un lugar a dónde irnos y permanecer seguros hasta que averiguáramos quién nos estaba amenazando. Nunca antes habíamos encontrado una situación como esta. Habíamos sido atacados al mismo tiempo, todos. Ante la negativa de papá de aceptar la sugerencia que le di, seguí insistiendo, asustada de que me raptaran a mi Alan.
—Papá, pero es un lugar muy seguro —insisto de nuevo—. Nadie en el mundo conoce ese lugar. Además, disfrutaremos de la naturaleza. —Que no, hija, no puede ser —negó con firmeza mi padre—. Además, somos muchos; ellos no aceptarán a tantos de ustedes allá. No, imposible. —¿De qué hablan? —preguntó Leonard, acercándose despacio. Leonard, con el ceño f