Mientras estoy en mi oficina trabajando en la producción de la película de Leonard, después de regresar de nuestro inolvidable viaje a Chipre para mi hermosa boda, recibo una llamada.
—¿Es la señora Clío del Castillo? —escucho una voz que no conozco. —La misma —respondo intrigada—. ¿Quién me busca? —Debe venir urgente al hospital. Su padre está gravemente herido —dice la voz sin responder a mi pregunta. Un escalofrío recorrió mi cuerpo al escuchar esas palabras. Mi mente, saturada por los pendientes laborales, se detuvo de golpe, como si alguien hubiese apagado un interruptor. Tenía que ir al hospital. ¿Gravemente herido? ¿Mi padre? Apreté con fuerza el bolígrafo que sostenía mientras buscaba con la mirada mi bolso. Mi corazón empezaba a palpitar desbocado, y traté