Cintia se concentró en su confesión. Edna, con los hombros tensos y los labios apretados, se giró lentamente hacia Lyssa.
—Lyssa, mejor no preguntes y escribe —fue la respuesta de Cintia—. Creo que tú y yo estamos en las mismas; les tenemos miedo a nuestros esposos. ¿Qué te hizo el tuyo? —Cintia, ¿por qué preguntas eso? ¿Cuándo te casaste tú? —preguntó Lyssa de inmediato. Cintia levantó la vista del papel con una expresión que mezclaba cansancio y algo más profundo, algo tan oscuro que parecía invadir cada rincón de su rostro. Respiró hondo, como buscando fuerzas para responder, pero se tomó unos segundos antes de hablar. —El último día que nos vimos, mi papá me encontró en la cama con Bernardino y me mandó para su casa —dijo fin