Se hace un silencio después de mi confesión; todos se miran entre sí, nerviosos. Algunos hablan por lo bajo y se mueven inquietos.
—Sin embargo, no violé a nadie —digo con firmeza—. Esa chica que ven es mi novia de toda la vida y mi actual esposa. —¿Es Clío, señor? —pregunta Ana, asombrada. —Sí, es Clío. Creíamos que era una fiesta sorpresa para mi cumpleaños organizada por una amiga. Nunca supimos que había cámaras ni nada más. Nos asustamos cuando entraron otros chicos drogados queriendo violar a Clío. Yo luché con ellos y logré sacarla de allí —sigo contando con honestidad la historia—. Debido a eso, me rompieron varias costillas y una rodilla; estuve en coma varios días, pero gracias a Dios logré proteger a mi novia y actual esposa, con la que tengo un hijo.