Decidí no presionarla más. Regresé a mi tarea mientras ella retomaba la suya, pero el ambiente se quedó lleno de tensión. Todas mis alertas saltaron. Si Cintia me hizo esa encerrona a mí, ¿quién quita que ellos se lo hayan hecho a Clío? El teléfono suena y veo que es mi hermano. Lo tomo.
—Hola, David, disculpa que no cogiera tus llamadas. ¿Qué es lo que pasa? ¿Algo con las niñas o con Gloria? —pregunté, alejándome un poco. —No, mi hermano, ellas están bien. Es la empresa. Tienes que venir, Leo, esto está feo —dijo mi hermano con un tono de voz que pocas veces escuchaba en él—. Alguien está haciendo una guerra contra nosotros. Es urgente, ven. —¿Una guerra? Está bien, mi hermano, en media hora estoy allá —dije mientras colgaba rápidamente. Me