Capítulo 30. La ira del señor Aaron
Antes de que Alina pudiera cerrar la puerta, Moson de pronto empujó su cuerpo hacia el interior del coche y se sentó en el asiento justo al lado de la chica. La respiración de Alina seguía agitada, sus ojos vidriosos, y el resto del alcohol hacía que su cabeza girara.
—Moson… ¿qué quieres? —preguntó Alina con voz ronca, casi en un susurro.
—Yo… solo… —Moson intentó buscar las palabras, pero la mirada que le dirigía decía otra cosa.
—Baja de mi coche. Me voy a ir —dijo Alina, con la mano temblando sobre el volante.
Moson no hizo caso. Al contrario, inclinó el cuerpo, observando de cerca aquel rostro pálido pero cautivador. Desde hacía rato, su mente estaba llena de un único deseo: besar esos labios. Este encuentro, para él, era demasiado especial.
—Moson, no hagas tonterías… —Alina intentó apartarse, pero Moson le sujetó el rostro entre sus manos.
—Solo un momento, Alina… —su voz fue suave, pero con un matiz de imposición.
—¡No quiero! ¡Estás loco! ¡Sal de mi coche! —Alina le empujó el