Sofía
Intenté dormir. Juro que lo intenté. Pero mi mente, esa traicionera con voz propia, decidió reproducir en bucle la mirada de Alexander anoche. Esa mezcla de tormenta y confesión no dicha, como si hubiera estado a punto de abrirse por completo… y luego se hubiera tragado sus propias palabras.
Estaba temblando, literalmente temblando cuando dijo que yo no debía acercarme. Y no era una advertencia. No. Era un ruego.
Y ese ruego me está matando.
Por eso esta mañana me levanté antes de que sonara el despertador. Me maquillé como si mi vida dependiera de ello. Me puse el vestido negro ajustado que grita "profesional" por fuera y "provocación moderada" por dentro. Necesitaba estar impecable. Necesitaba sentir que tenía el control.
Spoiler: no lo tengo. Ni cerca.
Camino por el pasillo de mármol hacia su oficina con el sonido de mis tacones como único escudo. Cada paso me recuerda que estoy cruzando un terreno minado. Y que probablemente me guste el peligro más de lo que admito.
Cuando e