Yo soy Luis, y desde que Ramón empezó con sus amenazas, no he parado de preocuparme por Catalina y Martín. Veo a Catalina temblar cada vez que suena el celular, a Martín mirar por la ventana con miedo — y me duele en el alma. Pero también sé que tengo que ser fuerte para ellos, ser el refugio que necesitan.
Un día, después de instalar las alarmas y las cámaras en la casa, decidí hacer algo para alegrarlos. Había escuchado a Martín decir que nunca había visto la playa — vivíamos a dos horas de la costa, y se me ocurrió llevarlos allí por el fin de semana, junto con Raquel y Sofía. "Será un lugar tranquilo, lejos de aquí," le dije a Catalina. "Nadie nos va a molestar, y Martín podrá jugar en la arena."
Catalina sonrió — era la primera vez que la veía sonreír desde que empezaron las amenazas. "Me encanta la idea," dijo. "Martín estará muy feliz."
El sábado por la mañana, nos levantamos temprano y fuimos en coche a la playa. Martín se quedó asombrado cuando vio el mar por primera vez. "¡E