Yo soy Ramón, y desde que la jueza dictó la sentencia, mi vida es un infierno. Perdí la custodia de Martín, tengo que pagar manutención que no puedo costear, me han puesto una orden de alejamiento de 500 metros y tengo que hacer servicio comunitario tres veces a la semana en un centro de ancianos. Mi trabajo me despidió cuando se enteraron del juicio, mis amigos me abandonaron y la familia me cerró las puertas — incluso Diego, mi propio hermano, me dijo que no quería volver a verme.
Todo lo que tenía se me ha ido por la culpa de mi egoísmo y mis mentiras. Pero no puedo aceptarlo. No puedo aceptar que Catalina esté feliz con Luis, que Martín llame a ese hombre "tío" y se olvide de mí, que la familia le dé a ella lo que me quitó a mí. Ellos me han robado todo — y voy a cobrarme lo mío.
Empecé por investigar dónde vivían Catalina, Martín y Luis. No me atrevía a acercarme a su casa por la orden de alejamiento, pero encontré un apartamento vacío en un edificio alto, a dos cuadras de allí,