CAPÍTULO 4: EL FIN QUE ES UN PRINCIPIO
Volví a la ciudad central de la Luna Roja al amanecer. Mi padre Tomás me espera en el porche de la casa, con una sonrisa en la cara. —Lo sé —dice, antes de que yo hable. —Has corrregido el error de los alpha.
—No yo sola —digo, sentándome a su lado. —Diego, Sofia, Adrián... ellos mismos lo corrigieron. Yo solo se lo recordé: que el poder de un alpha no es estar arriba solo, sino ayudar a los demás a subir contigo.
La luna roja aparece en el cielo, brillando más fuerte que nunca. Mi padre me pasa la mano por el pelo y dice: —Elisa estaría orgullosa de ti. De cómo has escrito esta historia.
Yo miro al cielo y susurro: —Es nuestra historia, papá. La historia que todos escribimos juntos.
En ese momento, los lobos de toda la ciudad empiezan a cantar la canción de la luna roja. La canción que Elisa escribió, que Lucas y Raúl cantaron, que nosotros seguimos cantando. La canción de paz, de amor, de perdón.
Sé que los alpha seguirán teniendo tentaciones.