Cuatro minutos después de la llamada de Marcus, escuché el ruido de un coche a toda velocidad fuera de la empresa. Luego, puertas que se abrían y cerraban con fuerza.
“Ya está aquí”, dijo Lina, cogiendo una pistola de la gaveta de la mesa — la misma que le quité a Kael.
“Deja eso”, dije. “Yo me encargo.”
“Tú solo eres un alfa tonto. Yo te ayudo.”
No pude negarme. Elara se acercó a mí.
“Martín, cuídate”, dijo. “Por favor.”
La miré. Por primera vez, vi verdad en sus ojos. “Tú también.”
La puerta del despacho se abrió de golpe. Kael entró, con tres hombres detrás. Su aroma de alfa — hierba quemada, violencia — llenó la habitación.
“Rothwell”, dijo, sonriendo. “Ya te dije que esto no terminaba.”
“Qué quieres, Kael?”
“La empresa. Y Lina — ella me pertenece. Traicionó a su equipo.”
Lina se puso al lado mío. “No me pertenezco a nadie. Menos a ti.”
“Pues veremos.” Kael señaló a sus hombres. “Cógeles.”
Los hombres se lanzaron hacia nosotros. Lina disparó al techo — un disparo de aviso. Los hom