Tres días después, Kael estaba en la cárcel — pero no para siempre. Lina entró en mi despacho con una cara seria.
“Malas noticias”, dijo.
“Dime.”
“Su abogado presentó un recurso. Lo sacan mañana. Dice que no hubo prueba de amenaza.”
“Mentira.”
“La pistola no tenía su huella. Alguien la limpió.”
“Traición”, murmuré. “Hay alguien dentro de la empresa que le ayuda.”
“Voy a investigar.”
“Cuidado. No quiero que te pongan en peligro.”
Su mirada se suavizó un poco. “Tú también te cuida, alfa tonto.”
Justo entonces, Elara entró. Traía un sobre marrón.
“Esto llegó por correo. Sin remitente.”
Abrí el sobre. Dentro había una foto: Kael con un hombre de traje, hablando en la vieja factoría — antes de nuestro encuentro. El hombre era...
“Mi tío Emilio”, susurré.
Elara se quedó quieta. “Tu tío? Pero él era amigo de tu padre.”
“Amigo mi culo. Estaba con Kael. Quizás fue él quien limpió la pistola.”
Lina se acercó a mirar la foto. “Esto cambia todo. Si tu tío está involucrado, la traición va más prof