Sofía Mangano no sabe qué decir ante un Leonardo que la mira con enojo, como si fuera a hacerla desaparecer de la faz de la tierra. —¡Te hice una pregunta!— Su fuerte tono de voz la hace retroceder y bajar la mirada. —¡Pensé que te había quedado claro las cosas conmigo! ¡No me gusta que me oculten algo!— espetó.
—¡No me grites!— Sofía lo mira con nerviosismo. —Estoy bajo amenaza y si algo sale mal, es la vida de mi mejor amiga la que estará en riesgo. ¡Tú no sabes lo que es perder lo único que te queda en este mundo!— Se le salen las lágrimas. —Ella es como una hermana para mí, ha sido mi fiel compañía desde que mi madre murió, y no la quiero perder ¡por eso he estado así!— Su móvil vuelve a sonar. —Dame el móvil, por favor— le suplica desesperada. —Si no contesto, va a sospechar, por favor, señor Di Napoli.
—Escucha muy bien, Sofía. Le dirás a ese malnacido que lo quieres ver pronto, que te envíe la ubicación, muestra tu desesperación, ¿entiendes?— Le entrega el móvil y ella se apres