Todos se dirigen al despacho, y Sofía, antes de seguirles el paso a los demás, Minerva la agarra del brazo. —Querida, Dios te guarde.
—Estaré bien, todo va a estar bien —dijo, y Minerva la suelta, dejándola ir.
—Abuelita, tengo mucho miedo —dice Chiara, haciendo pucheros.
—Mi niña, el abuelito es algo amargado, pero no pasa nada. Vayan a la habitación de juegos, Cedric, llévalos, por favor —pide, y Cedric obedece.
Lucifero mira con pesar a la señora Minerva, quien se queda sumergida en sus pensamientos.
—¡Maggie! —Sofía la alcanza.
—Niñera, no es el momento, tú haz como si nada —Alexander habla con su mirada al frente.
—¡No! Esto no es bueno, Maggie no tiene nada que hacer aquí. ¿Por qué carajos la metiste en esto? —lo repite Sofía entre dientes.
—Amiga, no te alteres, luego hablaremos, por favor —susurra, y llegan al despacho, cada quien toma su lugar.
Pero lo que ninguno esperaba era que, luego de todos ellos, entrara Caimán, el escolta a cargo del cabecilla. Lucife