—Un permiso —Sofía se da la vuelta para irse, y tanto Lucifer como Minerva no fueron capaces de hablar. Quedaron helados—. ¡Joder, qué día tan loco! —suelta un largo suspiro—. Espero que no sea lo que estoy pensando —susurra, y por estar distraída, su cabeza se estampa contra un fornido y desnudo pecho—. ¡Auch...! —cierra los ojos por segundos.
—Sigues siendo una torpe —le dice Leonardo, y ella lo mira rápidamente—. Volviste a chocar conmigo en la misma posición —Sofía se coloca a pensar y lo recuerda, ese día que salió afanada huyendo de Antonio.
—Señor Di Napoli —habla con firmeza—. Lo estaba buscando —no pudo evitar mirarlo. El hombre es sumamente deseable.
—¿Tú buscándome? —sonríe malicioso—. No tengo tiempo —continúa caminando.
—¿Qué? —ella lo mira con desdén, pero luego reacciona y lo sigue—. Espere, por favor. Esto es importante.
—No me digas. Es sobre tu novio Rizzo. Seguramente ya te dijo que hoy es su día. Deberías ir a pasar un día agradable con él, porque luego no