—Dime lo que le dijiste a Cedric —le susurra al oído, y toda la piel de Sofía se eriza por esa sexy y ronca voz de Leonardo Di Napoli.
—Solo fue... un error —hace su cabeza hacia atrás, el vino y sus consecuencias. Una bebida que parece inofensiva, pero que le ha sentado bastante mal a Sofía Mangano. Todo su cuerpo está deseoso y siente que le arde la piel por querer más del padre de los mellizos.
—¿Error? —sonríe y eso la alborota más—. ¿A quién me quieres mentir, señorita? —se acerca más y la toma del cuello, haciendo que ella abra su boca y vuelva a soltar un gemido de gusto—. Estoy seguro de que si te toco, estás bien mojada —pasa su mano izquierda por la pierna de Sofía, la introduce por debajo de la bata—. Debo reconocer que este pijama te queda perfecto y que tu piel es algo que me tiene con la soga al cuello, lo carnosa que eres para mí, increíblemente eso me gusta.
—Por favor, detente... No hagas más esto.
—¿Si no, qué? No lo niegues, ambos queremos follar —llega su mano a