FELIZ MIERCOLES HERMOSAS, BENDICIONES DE LO ALTO.
—¡Eres...! —Maggie muerde su lengua para no decir las groseras palabras ante los niños. —Maggie —Sofía la abraza—. No le prestes atención, te veré luego. En el horno dejé comida para ti —deja de abrazarla. —Está bien —sonríe hipócritamente—. No pasa nada, nos vemos luego, amiga —se despide—. Adiós, pequeños —agrega y mira a Cedric, quien porta una seriedad que pareciera que odiara a todo el mundo. Al salir del apartamento, Maggie maldice seguidamente a Alexander, mientras que Sofía está disgustada, pues Alexander es insoportable y de paso mala sangre. —Cedric, necesito hablar con la señora Minerva —pide Mangano, y Alexander se mete en la conversación. —Eso no será posible —su escolta le abre la puerta del auto, y los niños ingresan. —Estoy hablando con Cedric, no con usted —le rueda los ojos. —El señor Di Napoli tiene razón, señorita Mangano —dijo Cedric, y Alexander sonríe ingresando al auto. —Pero Cedric, no sé qué pasará ahora con la llegada de esa mujer. —Debemos
Cedric estaba tan concentrado hablando con Sofía que no se había percatado de la presencia de su jefe. Al alzar su mirada y verlo, se coloca de pie de inmediato, siente vergüenza de que lo haya visto relajado en horas laborales y más tomando vino. Pero la más impactada es Sofía con esa incertidumbre de si él la escuchó o no, y la verdad es que no lo comprende. ¿Cómo es que él está aquí? Se supone que está de viaje. Está llena de muchas preguntas, pero su mayor anhelo es que él no haya escuchado su confesión. —Señor Di Napoli, sea bienvenido —Cedric hace una mini reverencia, y Sofía no se atreve a voltear a mirarlo. La pobre está respirando con dificultad, siente que él está detrás de ella. Desea que la tierra se abra y se la trague. Su reacción fue tomar a fondo la copa de vino, y Cedric la mira con una diminuta señal de que se coloque de pie por respeto al jefe, pero ella no lo hace, sino que se sirve más vino. —Cedric, ¿dónde están mis hijos y qué mierdas pasó en este lugar? —se
—Dime lo que le dijiste a Cedric —le susurra al oído, y toda la piel de Sofía se eriza por esa sexy y ronca voz de Leonardo Di Napoli. —Solo fue... un error —hace su cabeza hacia atrás, el vino y sus consecuencias. Una bebida que parece inofensiva, pero que le ha sentado bastante mal a Sofía Mangano. Todo su cuerpo está deseoso y siente que le arde la piel por querer más del padre de los mellizos. —¿Error? —sonríe y eso la alborota más—. ¿A quién me quieres mentir, señorita? —se acerca más y la toma del cuello, haciendo que ella abra su boca y vuelva a soltar un gemido de gusto—. Estoy seguro de que si te toco, estás bien mojada —pasa su mano izquierda por la pierna de Sofía, la introduce por debajo de la bata—. Debo reconocer que este pijama te queda perfecto y que tu piel es algo que me tiene con la soga al cuello, lo carnosa que eres para mí, increíblemente eso me gusta. —Por favor, detente... No hagas más esto. —¿Si no, qué? No lo niegues, ambos queremos follar —llega su mano a
Sofía Mangano está cumpliendo años, emocionada por su celebración, donde ella espera el regalo especial de su novio Antonio Rizzo, quien lo es todo para ella. Su madre falleció hace tiempo y a su padre nunca lo conoció, por eso ha refugiado su amor en él y es su mayor ilusión.Caminando de lado a lado, ya completamente mareada, su mejor amiga Maggie la persigue con la mirada, son mejores amigas desde que eran unas niñas de 7 años. —¿Puedes detenerte, por favor?— le suplica cansada.—Lo siento, Maggie— suelta un largo suspiro —Estoy preocupada por Antonio, no contesta mis llamadas. Se supone que me iba a confirmar la cena para celebrar… ya casi es la hora de mi entrevista de trabajo—. Muerde su labio inferior y Maggie se coloca de pie.—Te dije que nos fuéramos a un antro, pero eres terca, esperando a ese imbécil que no lo pasa ni con agua—Amiga, no seas mala, él me quiere, solo que… su forma de ser es fría—. Baja su mirada.—Vamos, querida, tú mereces más que una cena. Ni siquiera el
—¡Lo sabía!— Maggie está botando chispas de ira. —¡Sabía que ese maldito poco hombre te estaba engañando!— Agrega con enojo. —No me lo recuerdes, por favor… no me siento bien —Lo lamento… no quiero lastimarte más. Solo quiero asegurarme de que no regresaras con él—. Al percibir el silencio de Sofía, frena su auto en seco. —¿Piensas regresar con ese malnacido? —Yo… no me siento bien. Hablaremos de esto luego. Por ahora, llévame a mi entrevista de trabajo, por favor. Llegaré tarde—. Seca sus lágrimas, está muy dolida por la traición de su novio. Lo ama; lo ha sido todo para ella. —Bien, no diré nada más del asunto. Solo… prometeme que luego de tu entrevista nos iremos a beber, ¿bueno? Que esa mala racha no arruine tu día especial, por favor—. Continúa manejando. —No te aseguro nada. Lo único que deseo en este momento es no haber visto esa escena. No sabes cuánto duele, Maggie—. Sofía cubre sus ojos con ambas manos para llorar profundamente, y Maggie pasa saliva. Sabe que Sof
—¿Nombre?— Pregunta una mujer, llamando mi atención en totalidad. Al verla, trago grueso. Es hermosa y elegante, su mirada me recorre de pies a cabeza, examinándome por completo, de hecho, poniéndome más nerviosa. Tiene esa misma mirada de aquel hombre que estoy segura que aún me mira. Lo puedo sentir. Me siento pequeña en este lugar.—¡Te hice una pregunta!— Agrega, sacándome las palabras por mis traicioneros nervios.—So-sofía… Mangano— Respondo, fijando mi mirada al suelo de madera. Siento que me falta el aire y deseo salir de este lugar.—¡Estás contratada!— Dice la mujer con firmeza, causando escalofríos en todo mi cuerpo. —Inicias ya mismo, no hay tiempo que perder—. Se acerca a mí y extiende su mano para presentarse. —Soy Minerva Di Napoli—. No quería ser descortés, así que estrecho mi mano con ella y deseo ver mucho a ese hombre, por eso alzo mi mirada para verlo, pero no está, y eso me causa curiosidad.La señora suelta mi mano y se para frente a mí, haciendo que la mire. —Mi
—¿A dónde vas?— pregunta Lucifero, quien está en la sala principal mientras los gemelos están reunidos con su nueva niñera.—¡Quiero estar solo!— Responde indiferente.—Siento que tu madre hizo una buena elección, amigo. Esa chica se ve corriente, nada con querer seducirte, solo baja la guardia por el bien de tus hijos.—¡Por ellos es que estoy haciendo esta mierda! Hubiera preferido decir que su madre está muerta, pero no… Minerva y sus locas ideas—. Espeta y saca un cigarrillo de su blazer, luego su encendedor de plata con incrustaciones de diamante. —¡Joder, esto me tiene al colmo de la paciencia! no me agreda que mis hijos tengan una niñera, no lo soporto—Confiemos en que la chica lo hará bien—. Lucifero intenta calmarlo.—¿Acaso no sabes quién es esa chica?—. Ve a su amigo negar con la cabeza. —¡Es la novia del imbécil de Antonio!—. Le da una calada profunda a su cigarrillo.—¡Eso no lo sabía!—. Se pone de pie preocupado. —¿Piensas que él la envió para que sea una infiltrada?—
—¡Está todo listo!— Minerva, quien los vio desde una distancia, muy juntitos y mirando con picardía, interrumpió con su voz la química que estaba surgiendo entre su hijo y la niñera de sus nietos. Aceleró sus pasos y se acercó a ellos. Por lo que Leonardo tomó distancia, aún más irritado por la actitud de Sofía —Mis nietos te están esperando, Sofía.— dijo Minerva. —¡Simplemente es una niñera, eso es todo! Espero que no se encariñe con mis hijos. Aunque, siendo honesto, quizás solo dure una semana en este trabajo— dijo Leonardo, mirando fulminante a la chica. —Señora Di Nápoli, ¿me indica por favor dónde está la habitación de los niños?— preguntó Sofía, ignorando por completo a aquel hombre que por lo visto está dispuesto a hacerle la vida imposible. —Al fondo, a la derecha, querida. Hay un pasillo; ellos están en la habitación que tiene la puerta de color rosa, que es la de la niña— le indicó Minerva, y Sofía asintió con la cabeza. —Gracias, es usted muy amable— dijo Sofía, dirigi