Lucrecia tiembla al sentir ese fuerte agarre y la forma en que ese hombre la mira con desdén sin siquiera parpadear. —Lucrecia Rizzo —la menciona, y sin soltar el brazo, se acerca a ella, quedando frente a frente y dando la espalda a Sofía. —La mujer que está detrás de mí, Sofía Mangano, no la vuelvas a tocar —la sentencia—. Lucrecia pasa saliva. —Entra al apartamento, Sofía —le ordena Alexander Di Napoli.
Mangano mira una vez más a Lucrecia, puede percibir su temor. Pedro no tendrá pesar de ella, no después de cómo la trató y le puso la mano encima. Eso jamás lo esperaba, y más porque Lucrecia aparentaba ser buena con ella, así que fue un golpe más para su vida. Ingresa al apartamento muy nerviosa, quedando Alexander y Lucrecia a solas.
—Ustedes son lo peor que puede existir en Italia —reprocha la mujer—. ¡Todos se levantarán contra ustedes!
—¿Quiénes? ¿Los ricos? A los cuales les llenamos el bolsillo cada día de dinero, así como se pretendía con su hijo, con la diferencia de qu