—Señorita Russo— Cedric está sorprendido y Sofía se percata de ello.
—Cedric, deja de mirarme como si fuera un fantasma, a menos que me estés mirando porque estoy más hermosa que antes— camina con elegancia y coquetería, mirando la sala de estar—. Todo está tal cual como lo dejé— sonríe, pero luego sus ojos cafés claros se posan sobre una Sofía confundida—. ¿Y esta quién es?— le entrega a Cedric el sombrero y las gafas, el cual recibe con agilidad.
—Señorita Russo, es la niñera de los mellizos, Sofía Mangano— informa, y Sofía, por cortesía, extiende su mano hacia Francesca. Pero lo que escuchó a continuación le causó enojo.
—¿Quién te crees para darle la mano a una mujer tan importante como yo?— Francesca es cortante con sus palabras—. A mí me haces una reverencia. Cuida tu puesto, querida, y eso será siendo una empleada eficiente. Porque si no, quedarás despedida.
—Disculpe, señorita Russo— Sofía alza su mentón—. Pero usted no me puede correr.
—¿¡Cómo te atreves!?— la mira c