Desperté con una sensación extraña, como si me hubiera sumergido en un mar profundo y ahora, lentamente, comenzara a salir a la superficie. La luz se colaba entre las ramas del bosque, filtrándose a través de las hojas, y mi pecho se expandía con cada respiración, clara y firme. Sentí el calor de un cuerpo a mi lado y giré la cabeza lentamente.
Kian estaba despierto. Sus ojos, que hasta hace poco reflejaban una tormenta de oscuridad y dolor, ahora brillaban con la intensidad que siempre le había conocido. Aquellos ojos profundos y fieros, que podían ser duros pero también llenos de ternura, estaban de vuelta.
—Lina —susurró, su voz ronca pero llena de vida—. Lo lograste.
Le tomé la mano sin decir palabra, sintiendo que la conexión entre nosotros se había fortalecido más allá de lo imaginable. No era solo el vínculo de Alfa y Luna, era algo mucho más profundo, algo que nos había forjado en el fuego de la adversidad.
Cuando finalmente salimos de aquel plano espiritual, el mundo real nos