El aire en aquel plano espiritual se volvió denso, casi irrespirable. La oscuridad que me rodeaba parecía adquirir vida propia, como si respirara y se extendiera con intención. Supe que no estaba sola, que la sombra que aprisionaba a Kian se manifestaría. Y no me equivoqué.
De repente, ante mí apareció una figura oscura, una presencia maligna que irradiaba una energía corrupta y peligrosa. Era la esencia de Varek, la sombra que había marcado a Kian y que ahora intentaba poseerlo completamente. Su silueta se contorsionaba con un malicioso brillo rojo en los ojos, y una sonrisa torcida que me heló la sangre.
—Así que tú eres la estorbo —dijo con voz cavernosa y burlona—. La loba que vino a reclamar lo que no le pertenece.
No respondí, aunque mi corazón latía con fuerza. Sabía que esta no era solo una batalla física o espiritual. Era una guerra por el alma de Kian. Si la sombra ganaba, él se perdería para siempre.
—Este es tu fin —gruñó la entidad, y el suelo tembló bajo mis pies.
La luc