La luna roja se aproximaba, y con ella, una energía antigua que hacía vibrar la tierra, el aire y cada ser que habitaba nuestro mundo. Era una noche en la que los portales entre el plano terrenal y el espiritual se abrían, permitiendo que fuerzas y lazos se reforzaran o se rompieran para siempre. En la historia de nuestra manada, la Luna de Sangre era la noche de las decisiones irrevocables, y este año, su significado recaía sobre mis hombros.
Kian estaba más distante que nunca, consumido por esa sombra que parecía crecer dentro de él. Aún con la esperanza aferrada a mi corazón, sabía que no podía salvarlo solo con palabras ni promesas. Necesitaba entrar a su plano espiritual, donde el vínculo del alma se forjaba y podía ser reconstruido o destruido. Pero ese viaje era peligroso, porque dejar el cuerpo atrás era dejarlo vulnerable, y regresar no era seguro.
Por eso, esa noche me dediqué a preparar un ritual ancestral que solo las Lunas heredaban en momentos de gran necesidad. Giovanni