El viento soplaba con fuerza entre los árboles, trayendo consigo aromas que hablaban de furia, orgullo y desconfianza. El claro donde se alzaba el salón comunal de piedra estaba custodiado por los centinelas de mi manada. Todos sabían que hoy no era una reunión común.
Los Alfas aliados habían respondido a mi llamado.
Algunos con honor.
Otros, por obligación.
—¿Estás seguro de esto, Kian? —preguntó Giovanni a mi lado mientras observábamos a los líderes llegar uno a uno.
—No tengo opción —respondí, cruzándome de brazos—. La seguridad de la manada no depende solo de la fuerza. Necesitamos unión. Estrategia. Y ellos deben saber lo que enfrentamos.
Giovanni asintió con pesadez. Sabía lo que significaba convocar a Alfas con egos tan grandes como su poder. Y aún más, sabía lo que significaba hablarles de Lina.
El interior del salón resonaba con pisadas, murmullos, y el crujir de sillas de madera mientras los líderes tomaban lugar en la gran mesa circular. Cada uno venía acompañado por sus se