Con un tono melódico, Isabela añadió:
—¡Prácticamente todo listo! Las invitaciones ya están encargadas, el vestido ajustado, la ceremonia “programada”… Voy a ser la novia más feliz del mundo. Y ahora, embarazada… es como si el destino me sonriera.
Celina se encogió levemente en la silla. Por fuera mantenía la compostura, pero por dentro sentía que sus huesos crujían de dolor. La humillación se filtraba por las grietas de su alma. Intentaba respirar con normalidad, pero el aire no alcanzaba. Quería desaparecer. Quería que todo aquello no fuera más que una pesadilla y, al abrir los ojos, encontrarse lejos, muy lejos de allí.
Thor dejó los cubiertos sobre la mesa con un golpe seco, provocando un leve tintineo metálico. Todos lo miraron. Su rostro permanecía inexpresivo, pero sus ojos… sus ojos estaban ensombrecidos.
—Isabela… deberías haberme consultado antes de exponer todo esto —dijo con firmeza—. Esta cena era una recepción, no un anuncio.
—Amor… —respondió ella, fingiendo inocencia—