Thor y Celina comenzaron a organizar algunas tareas. Ella, con su atención minuciosa, revisaba documentos, hacía sugerencias y ajustaba pequeños detalles de hojas de cálculo y reportes. Él la observaba en silencio, sonriendo de vez en cuando, visiblemente orgulloso de tenerla a su lado.
Unos minutos después, la puerta se abrió sin aviso. Un hombre alto, de expresión carismática y sonrisa amplia, entró:
— Así que era verdad… Un pajarito me contó que el poderoso Thor Miller finalmente fue domado. ¿Una mujer logró ponerle riendas a este caballo salvaje?
Thor rió y se levantó. Caminó hacia él y le estrechó la mano con fuerza, dándole un abrazo rápido y firme.
— Fernando, idiota… luché mucho para no caer en esta trampa. Pero entonces ella apareció con esos ojos esmeralda — dijo, lanzando una mirada hacia Celina — y me hechizó.
Celina sonrió, con las mejillas ligeramente sonrojadas.
Fernando caminó hacia ella y le extendió la mano, con simpatía:
— Mucho gusto, Celina. Soy Fernando, amigo de