La enfermera la animaba con paciencia.
—Celina, puedes ponerte en cuclillas, sentarte sobre la pelota o rebotar un poco. Hay muchas formas de ayudar a que Ravi baje.
Thor, nervioso, intentó bromear para aliviar la tensión.
—Amor, rebota en esa pelota… eso se te da muy bien.
Celina abrió los ojos, incrédula, incluso en medio de una contracción.
—¡Thor! ¡Mi mamá está aquí! ¡Te voy a matar! —gimió, llevándose las manos al vientre—. Ay, ay, ay… ¡otra contracción!
Emma se tapó la boca intentando contener la risa, pero no lo consiguió, y en segundos todos en la sala estallaron en carcajadas, incluso la enfermera. El buen humor de Celina y Thor hacía de aquel momento algo intenso, sí, pero también lleno de vida.
El tiempo seguía su curso. Entre lágrimas y sonrisas, Celina se entregaba al proceso, mientras Emma, Thor y el equipo médico le daban todo su apoyo. Bebía agua, tomaba pequeños sorbos de jugo y hacía los ejercicios recomendados.
La enfermera volvió a revisarla y anunció:
—Celina, ya