Celina desbloqueó la pantalla y leyó el mensaje:
«Buenos días, Celina.
Durante el día, las reuniones serán exclusivas para los accionistas hombres, así que tendrás la mañana y la tarde libres.
A las 19:00, un coche te estará esperando en la puerta del hotel para llevarte a la cena de negocios. Te estaré esperando allí.
Ah, te he dejado café en la mesa del salón.
PD: Dormir a tu lado puede convertirse en un peligroso vicio».
Celina no pudo contener la sonrisa. Era una sonrisa radiante, tonta, de esas que se escapan antes incluso de que la razón se manifieste. Sintió un cosquilleo en el estómago y el corazón acelerado.
—¿Qué te pasa, Celina? —susurró, cerrando los ojos—. Tienes que calmarte. Thor es inconstante. Un día es cálido, al siguiente es un iceberg.
Intentó levantarse, alejar los recuerdos de la noche anterior, la forma en que él la tocó, cómo la abrazó... cómo le susurró palabras sin decir ninguna en voz alta.
Pero era inútil.
El recuerdo de él, su olor en la almohada, el mensa