Arthur besó el lateral de su cuello, subiendo hasta la oreja y descendiendo después por los hombros con labios cálidos y lentos. Zoe cerró los ojos, estremecida por completo.
Él sujetó delicadamente su barbilla y la besó suavemente en los labios antes de murmurar:
—Eres increíblemente deliciosa, amor…
Ella sonrió, tímida, pero entregada. Arthur presionó sus labios contra los de ella en un beso más profundo, intenso, con deseo y amor entrelazados.
Con cuidado, le quitó la camisola y, al ver la lencería blanca y delicada, se quedó unos segundos en silencio, visiblemente impactado.
—Joder… —susurró, pasándose la mano por el cabello—. Estás preciosa. Una auténtica visión.
Zoe mordió el labio, avergonzada pero sonriente. Arthur se acercó de nuevo y, con las manos suaves, acarició su nuca, apartando lentamente su cabello hacia atrás.
—Vas a gemir de tanto placer, mi amor… pero antes de eso, voy a hacerte sentir la mujer más deseada del mundo.
Selló su promesa con un beso arrebatador.
En un