Arthur sostuvo ambas manos de Zoe y dijo:
—Zoe, desde el día en que te conocí —con ese tu modo un poco alocado a veces, y en otros tan seria y responsable— supe que eras la mujer que cambiaría mi vida. Tu sonrisa calma mi alma. Tu fuerza me inspira. Fuiste una mujer difícil de conquistar, y eso solo me impulsó más. Me desafiaste. Desde el inicio dejaste claros tus valores, tus virtudes… y eso me cautivó.
Me dije a mí mismo: “Es complicada… pero me encantan los desafíos.” Y hoy, aquí estamos. Casándonos. Prometo respetarte, escucharte, cuidarte. Prometo construir a tu lado un futuro en el que te sientas segura, protegida e inmensamente amada. Prometo ser tu compañero, tu refugio… y tu pasión.
Para siempre.
—Zoe, puedes hacer tus votos.
Ella respiró hondo:
—Arthur, llegaste a mi vida como respuesta a una antigua oración. Aceptaste mis condiciones sin cuestionarlas, con respeto y paciencia. Nos convertimos en grandes amigos, compartimos secretos, sueños y silencios. Y, sin darme cuenta,