Aquello le dolió más de lo que esperaba.
—Ava… no hables así.
—No estoy terminando contigo —respondió ella, directa— solo estoy siendo honesta. Me gustas. Pero me gustan la rutina, la claridad, la estructura. Y hoy rompiste todo eso. Y no fue la primera vez.
Gabriel apretó el volante con fuerza, en silencio durante unos segundos.
—Lo sé. Y voy a intentar mejorar. Pero también tienes que entender que los imprevistos ocurren. Estamos en un proceso de adaptación, digámoslo así. Voy a cometer muchos errores, querida, y tú también, por muy correcta que seas. Ava, fueron nuestras diferencias las que nos unieron. No renuncies a nosotros, ¿sí? Déjame redimirme, dormir abrazado a ti, acariciarte, cantarte.
Al otro lado, el silencio se prolongó, hasta que por fin ella contestó:
—Hoy no, Gabriel. Buenas noches… que duermas bien.
Y colgó.
Él se quedó con el móvil en la mano unos segundos, oyendo el silencio dentro del coche.
Suspiró hondo, dejó el aparato en el asiento del copiloto y murmuró para