Dentro de la habitación, Celina se recostó en la cama, abrazando la almohada como si pudiera esconderse de la realidad. Las lágrimas corrían sin control cuando escuchó la voz de Thor al otro lado de la puerta, suplicando entrar.
—Amor… por favor, abre la puerta —dijo él, con la voz firme y serena, pero con un leve temblor de urgencia—. Soy yo, Thor. Solo quiero estar contigo. No tienes que decir nada… déjame quedarme ahí contigo.
Del otro lado, solo respondió el silencio. Pero él sabía que ella estaba allí. Y no se iría. Esperaría el tiempo que hiciera falta.
Apoyó la frente en la madera, cerrando los ojos.
—Te amo, Celina. Abre la puerta, mi amor…
Al cabo de un rato, Thor volvió a golpear suavemente.
—Amor, por favor, abre la puerta… déjame estar contigo.
Ella no respondió.
—Celina, háblame. Estoy aquí, mi amor. Por favor, no te encierres así.
Seguía el silencio.
La puerta permaneció cerrada. Thor apoyó la frente en ella, frustrado y temeroso. Entonces Zoe apareció en el pasillo, con