El sol dorado de Santorini bañaba las fachadas blancas y las cúpulas azul turquesa, emblema de la isla. Era el último día de Thor y Celina en Grecia.
Desde que habían llegado al Andronis Luxury, Celina estaba fascinada. Todo parecía un sueño: la vista panorámica, el servicio impecable, los pequeños detalles pensados especialmente para ella, embarazada. Thor cuidaba cada aspecto con una dedicación que hacía temblar el corazón de Celina.
Aquella tarde él la había sorprendido con un vestido nuevo sobre la cama, de tela ligera y vaporosa, color perla, y un billete escrito con su caligrafía firme:
“Hoy es un día especial. Te espero en el mirador dentro de una hora. Con amor, Thor.”
Celina sonrió, pasando los dedos sobre el papel. El corazón le latía con curiosidad.
Vestida con suavidad, el cabello suelto bailando con la brisa salada, caminó hasta el mirador reservado por el hotel. Era un lugar exclusivo, con vista panorámica al mar infinito y a las casitas blancas alineadas en los acantila