A la noche siguiente, Zoe y Arthur fueron al ático de Thor. Los amigos charlaban de forma distendida.
Zoe sonrió, los ojos brillándole de emoción.
—¡Entonces, poderoso jefecito y poderosa futura mamá, tenemos un pedido que hacerles! —anunció llena de energía—. ¡Y no es cualquier pedido, es uno que queremos mucho compartir con ustedes!
Zoe tomó el celular y miró a Arthur con una sonrisa cómplice.
—Espera… deja que llame a todos primero —dijo entusiasmada mientras comenzaba una videollamada grupal.
En segundos, los rostros conocidos fueron apareciendo en la pantalla.
—¡Hola, mis amores! —saludó Tatiana, con los ojos somnolientos pero la sonrisa lista, sentada con Roberto en el sofá de un elegante apartamento en Suiza.
Poco después apareció Gabriel en la llamada. Ava, sentada a su lado en el apartamento de Nueva York, saludó animada con la mano.
—Ahora sí, estamos completos —dijo Zoe. Sacó una pequeña caja blanca con un lazo dorado y la colocó delicadamente sobre la mesa.
—Creo que llegó