Cristina siguió:
—¡NO ESTOY JUGANDO! —vociferó con los ojos desorbitados, el brazo tembloroso sosteniendo el arma con fuerza—. ¡PASÉ AÑOS TRAGANDO ESTE ODIO!
Thor cerró los puños, respirando con dificultad. Todo a su alrededor parecía girar. El peso del pasado de Karina, el miedo a lo que vendría y la certeza de que aquella noche no terminaría sin dejar marcas profundas.
—Fui yo quien mató a Karina —soltó Cristina con una sonrisa torcida, los ojos chispeando locura—. Ella no iba a quedarse contigo, Thor. Nunca. Ya había destruido a mi hijo… no merecía ser feliz.
Las palabras flotaron en el aire por un segundo, como una sentencia helada.
Thor, con la voz rota, temblorosa, en estado de shock:
—¿Tú… estás diciendo que mataste a Karina…? —intentó respirar, pero le faltó el aire—. La mujer que yo amaba… la madre de mi hijo… ¿tú… tú me la arrebataste? ¿Me quitaste a mi hijo?
César palideció, como si la sangre se le hubiera evaporado de las venas.
—¿Qué…? —murmuró, atragantado, casi sin voz.